martes, 12 de mayo de 2015

Antonio Machado

(Sevilla, 1875 - Collioure, 1939) Poeta español. Aunque influido por el modernismo y el simbolismo, su obra es expresión lírica del ideario de la Generación del 98. Hijo del folclorista Antonio Machado y Álvarez y hermano menor del también poeta Manuel Machado, pasó su infancia en Sevilla y en 1883 se instaló con su familia en Madrid.
Se formó en la Institución Libre de Enseñanza y en otros institutos madrileños. En 1899, durante un primer viaje a París, trabajó en la editorial Garnier, y posteriormente regresó a la capital francesa, donde entabló amistad con R. Darío. De vuelta a España frecuentó los ambientes literarios, donde conoció a J. R. Jiménez, R. del Valle-Inclán y M. de Unamuno.
En 1907 obtuvo la cátedra de francés en el instituto de Soria, cuidad en la que dos años después contrajo matrimonio con Leonor Izquierdo. En 1910 le fue concedida una pensión para estudiar filología en París durante un año, estancia que aprovechó para asistir a los cursos de filosofía de H. Bergson y Bédier en el College de France. Tras la muerte de su esposa, en 1912, pasó al instituto de Baeza.
Doctorado en filosofía y letras (1918), desempeñó su cátedra en Segovia y en 1928 fue elegido miembro de la Real Academia Española. Al comenzar la Guerra Civil se encontraba en Madrid, desde donde se trasladó con su madre y otros familiares al pueblo valenciano de Rocafort y luego a Barcelona. En enero de 1939 emprendió camino al exilio, pero la muerte lo sorprendió en el pueblecito francés de Colliure.
Los textos iniciales de Machado, comentarios de sucesos y crónicas costumbristas escritos en colaboración con su hermano y firmados con el seudónimo Tablante de Ricamonte, aparecieron en La Caricatura en 1893. Sus primeros poemas se publicaron en ElectraHelios y otras revistas modernistas, movimiento con el que Machado se sentía identificado cuando comenzó su labor literaria.
No obstante, aunque las composiciones incluidas en Soledades (1903) revelaron la influencia del modernismo, el autor se distanció de la imaginería decorativa de la escuela rubeniana para profundizar en la expresión de emociones auténticas, a menudo plasmadas a través de un sobrio simbolismo. En su siguiente libro,Soledades, galerías y otros poemas (1907), reedición y ampliación del anterior, se hizo más evidente el tono melancólico e intimista, el uso del humor como elemento distanciador y, sobre todo, la intención de captar la fluidez del tiempo.
Al igual que Unamuno, Machado consideró que su misión era "eternizar lo momentáneo", capturar la "onda fugitiva" y transformar el poema en "palabra en el tiempo". En los años posteriores se acentuó su meditación sobre lo pasajero y lo eterno en Campos de Castilla (1912), pero no por medio de la autocontemplación, sino que dirigió la mirada hacia el exterior, y observó con ojos despiertos el paisaje castellano y los hombres que lo habitaban. Una emoción austera y grave recorre los poemas de este libro, que evoca la trágica España negra tan criticada por la Generación del 98 desde una perspectiva regeneracionista, al tiempo que se describe con hondo patriotismo la decadencia y ruina de las viejas ciudades castellanas.
En su siguiente volumen de poemas, Nuevas canciones (1924), el autor intensificó tanto su enfoque reflexivo como la línea sentenciosa de los "Proverbios y cantares" incluidos en el libro anterior. Esta tendencia filosófica se manifestó entre 1912 y 1925, etapa en la que Machado redactó una serie de apuntes que verían la luz póstumamente con el título de Los complementarios (1971).
En este cuaderno, miscelánea de lecturas, esbozos y reflexiones cotidianas, aparecieron por primera vez sus heterónimos, el filósofo y poeta Abel Martín y su discípulo, el pensador escéptico Juan de Mairena. Ambos son personajes imaginarios que permitieron expresar al creador sus ideas sobre cultura, arte, sociedad, política, literatura y filosofía, especialmente en el libro Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo (1936).
Paralelamente, en las ediciones de Poesías completas de 1928 y 1933 se decanta una lírica de tema amoroso y erótico inspirada por la que fue, tras la muerte de su esposa, su gran pasión en la vida real, Pilar de Valderrama, llamada Guiomar en dichos versos. Ya durante la contienda civil Machado escribió algunos poemas y varios textos en prosa, parte de los cuales fueron recogidos en La guerra (1937). Se trata de escritos testimoniales, plenamente incardinados en las circunstancias históricas del momento.



Pío Baroja

(San Sebastián, 1872 - Madrid, 1956) Novelista español. Por su padre, como por su madre, perteneció a familias distinguidas, muy conocidas en San Sebastián; entre los ascendientes de la madre, existía una rama italiana, los Nessi.
Este poco de sangre italiana que llevaba en las venas no dejó nunca de halagar a nuestro autor, aunque su orgullo se cifró siempre en su ascendencia vasca. Eran tres hermanos: Darío, que murió, joven aún, en Valencia; Ricardo, que fue pintor y escritor y gozó también de alguna fama, y Pío, el novelista. Era éste el menor de los hermanos. Ya muy separada de ellos, nació Carmen, que había de ser la gran compañera del novelista.
El padre de Baroja, don Serafín, era ingeniero de minas, profesión que, unida a su temperamento inquieto y errabundo, llevó a la familia a continuos cambios de residencia. Ello no dejó de ser una suerte para el futuro novelista, que, de este modo, pudo conocer desde niño diversas partes de España, y sobre todo, Madrid, su amor más grande después de Vasconia, donde había de florecer su vocación y conseguir por último la fama.
Baroja permaneció poco tiempo en su ciudad natal; tenía siete años cuando sus padres se trasladaron a Madrid donde don Serafín había obtenido una plaza en el Instituto Geográfico y Estadístico; de Madrid pasaron a Pamplona, siempre por exigencias del cargo del padre y de sus deseos de mudanza. Desde Pamplona volvió la familia a Madrid; esta vez a don Serafín no le impulsaría ya solamente la inquietud, los deseos de cambio: sin duda entró también en su decisión la necesidad de educar a los hijos.
Cuando abandonó Pamplona tenía Baroja catorce años cumplidos; había asistido con sus hermanos a las clases del Instituto, y sobre todo reñido y correteado por las murallas; no sabemos si había ya emborronado alguna cuartilla, pero sí que había leído a Julio Veme, a Mayne Reid, el Robinsón, y había soñado ya con aventuras maravillosas, Junto al Arga, o subido a un árbol de la Taconera.
Había estudiado Baroja en San Sebastián las primeras letras, continuándolas en Madrid; antes, en Pamplona había frecuentado la escuela, como hemos dicho, y había empezado a asistir a las clases del Instituto; prosiguió en Madrid los estudios, y lo hizo finalmente en Valencia, donde terminó la carrera de Medicina, doctorándose posteriormente en la capital de España. Fue, por lo general, un pésimo estudiante; estuvo siempre mucho más interesado en las novelas que en los libros de texto; su carácter arisco y rebelde le perjudicó también en gran manera, pues acabó riñendo con algunos de sus profesores y no despertó simpatías en ninguno.
Aparte de esto, pasó toda su juventud entre dudas; nunca supo bien qué carrera le gustaba estudiar; en verdad, no le interesaba ninguna. Sólo las letras le atraían, pero tampoco en las letras veía clara su vocación. Antes de ir a Valencia había empezado algunos cuentos, artículos, tal vez una novela, pero lo rompió todo o lo dejó olvidado. Sus fracasos de estudiante, como es fácil suponer, se debieron más a falta de interés que de talento. Pocos escritores ha habido de vocación más segura y que se moviese más inseguro, con más dudas sobre su vocación, y aún mucho después, escrita ya buena parte de su obra, se preguntaba si sería verdaderamente escritor.
Al terminar sus estudios, Baroja se trasladó a Cestona, en el país vasco, donde había conseguido una plaza de médico. No tardó en advertir que aquello no era lo suyo; al poco tiempo estaba asqueado del oficio; había reñido con el médico viejo, con quien compartía el cuidado de la salud de aquellos pueblos, como había reñido antes con sus profesores; se había enemistado con el alcalde y, naturalmente, con el párroco y con el sector católico del pueblo, que le acusaban de trabajar los domingos en su jardín.
Se fue de allí asqueado del pueblo, del médico y hasta de los enfermos, cuando menos de algunos de éstos, y se trasladó a San Sebastián, donde estaba en aquel momento la familia. Permaneció algún tiempo en San Sebastián, y de allí salió para Madrid. En la capital estaba su hermano Ricardo, que, también sin empleo, se ocupaba en un negocio de pan de una tía de ellos que había quedado viuda. Ricardo le había escrito a su hermano que estaba harto del negocio y que iba a dejarlo. Baroja vio el cielo abierto ante él, y sin vacilar un instante escribió a su hermano que iba a Madrid, con la intención de ocuparse de aquel negocio.
De este modo, se vio convertido en dueño de un comercio de pan, sobre lo cual se le gastaron después tantas bromas y le irritaron de tantas maneras, sin contar los disgustos que se derivarían para él de la marcha del negocio. En Madrid, no obstante, había algo para él que estaba por encima de todo: de la vulgaridad del oficio y de las burlas que se le pudiesen gastar; allí podría, en efecto, reanudar los contactos con sus antiguos amigos, frecuentar los medios literarios, ponerse, en realidad, en contacto con su vida, volver de un modo o de otro a aquello que cada vez con mayor certeza sentía que era su vocación.
A poco de llegar a Madrid, instalado ya en el negocio, empezó sus colaboraciones en periódicos y revistas; en 1900 publicaba su primera obra Vidas sombrías, colección de cuentos, que empezó a darlo a conocer. Eran, en su mayoría, cuentos escritos en Cestona sobre temas de aquella región y de sus experiencias de médico; se trataba de vidas humildes, y reflejaban toda la tristeza de aquel medio, y la tristeza, sobre todo, que reinaba entonces en su alma -mezclada con ráfagas de cólera-.
Puede decirse que en su primera obra estaba ya en germen toda su obra futura.Vidas sombrías constituyó un éxito, un éxito del que el propio autor se sintió sin duda asombrado; de su libro se ocuparon con elogio Azorín, Galdós y sobre todo Unamuno, que se entusiasmó con él, especialmente de uno de los cuentos, "Mary-Belche", y quiso conocer a su autor.
A partir de entonces Baroja fue dedicándose más y más a las letras, y apartándose cada vez más del negocio, hasta dejarlo del todo y consagrarse exclusivamente a su vocación. En algún momento Baroja llevó a cabo alguna incursión en el campo de la política, arrastrado más que por su convicción, por el ambiente de la época y por el ejemplo de algunos de sus compañeros, como por ejemplo, Azorín. Efectivamente, Baroja se presentó para concejal en Madrid, y más adelante para diputado por Fraga.
Estas tentativas, como era natural, constituyeron dos rotundos fracasos; tampoco él lo había tomado demasiado a pecho. Se retiró cada vez sin gran disgusto; nos divirtió después contándonos las peripecias, y volvió al camino de las letras del que nunca habría ya de apartarse.
Fue Baroja un gran viajero; los libros y los viajes fueron sus grandes aficiones, puede casi decirse que sus únicas aficiones. Sus viajes por España los hizo casi siempre acompañado; fue unas veces con sus hermanos, Carmen y Ricardo, otras con amigos; hizo uno con Maeztu y otro con Azorín, en sus comienzos, y más adelante, con Ortega y Gasset, que le llevó en algunas ocasiones en su automóvil.
Baroja llegó a ser uno de los escritores que conoció mejor la España de su tiempo, cosa que se puede comprobar en sus novelas. La ciudad más visitada -también la más querida de las ciudades extranjeras- fue París. En ella pasó un largo tiempo en sus últimos años, cuando huyó de España durante la guerra civil. También estuvo en Londres y más adelante en Italia; viajó por Suiza, Alemania, Bélgica, Noruega, Holanda y Jutlandia, escenario de su trilogía Agonías de nuestro tiempo, con la magnífica El torbellino del mundo, con que encabeza la trilogía.
Fuera de esto, su residencia habitual fue Madrid, y más adelante Vera del Bidasoa, donde adquirió la casa de Itzea, y donde pasó los veranos con su familia. En este tiempo su destino estaba ya fijado, y con él su norma de vida; Baroja consagraba su tiempo a escribir y a viajar. Sus producciones iban apareciendo con gran regularidad y su fama creciendo hasta situarle en pocos años entre las primeras figuras de la nación. Esta actividad no cesó apenas durante su vida, de manera que es el escritor de su tiempo que cuenta con una obra más copiosa; también más diversa y más rica.
Entre sus mejores obras merecen citarse Vidas sombrías, publicada en 1900;Inventos y mixtificación de Silvestre Paradox, de 1901, en la cual evoca sus días de estudiante en Pamplona, con el ambiente de la ciudad; Camino de perfección(1902), confesión íntima y muy personal, en que podemos verle en las dudas y vacilaciones de su juventud, y que causó vivísima impresión. Muy bella, y bastante lograda, aunque de otro tono, es El mayorazgo de Labraz (1903), escrita también con recuerdos de Cestona, en que relata admirablemente la vida en un pueblo de España, con influencias tal vez de la vieja tragedia.
Importante es también en la producción barojiana la trilogía que siguió a estas novelas, que apareció bajo el subtitulo "La lucha por la vida", formada por La busca,Mala hierba y Aurora roja; aparecidas primero en folletín, y publicadas en volúmenes sueltos en 1904, ofrecen en mucha parte, en su desarrollo, las características de aquel género; en ellas el autor recoge admirablemente el ambiente de los barrios bajos del Madrid de su tiempo, en las primeras luchas sociales; merecen también citarse Zalacaín el Aventurero y Las inquietudes de Shanti Andía, novela la primera situada en la tierra vasca y en la época de las guerras carlistas, y la segunda, dedicada a la vida del mar con recuerdos de antepasados del escritor, de aventuras, de piraterías, y sobre todo con evocaciones de su infancia en San Sebastián, parte que constituye tal vez lo mejor del libro.
Estas dos novelas eran aquellas por las cuales mostró Baroja una cierta preferencia, especialmente por Zalacaín y en ella por la figura del héroe. No obstante, la obra más importante del novelista es sin duda Las memorias de un hombre de acción, novela cíclica, que escribió a lo largo casi de su vida y que terminó ya en la vejez. Consta esta obra de veintidós volúmenes y el héroe central es un antepasado suyo, G. de Aviraneta, que tuvo alguna importancia en los hechos políticos de su tiempo; en tomo a la existencia de su héroe, el autor reconstruye toda una época agitada y terrible de España; se incluyen en ella las guerras de la Independencia y carlistas, con tumultos y sublevaciones, en los días de Fernando VII e Isabel II.
Es una amplia evocación que tiene de novela, de historia y de folletín, pero siempre dentro de un gran rigor histórico, y todo fundido y recreado por la imaginación del escritor. Destacan en esta serie El escuadrón de BriganteLos recursos de la astuciaEl sabor de la venganzaLas figuras de ceraLa nave de los locos y La senda dolorosa, dedicada ésta, en su mayor parte, al trágico fin del conde de España.
Aparte de estas obras, Baroja escribió algunos ensayos; sus libros de recuerdos,Juventud, egolatría (1917); Las horas solitarias y La caverna del humorismo(1918); eran éstas las obras preferidas por Ortega y Gasset, que aconsejaba al escritor que persistiera en aquel género; ya en sus últimos años Baroja dio a la prensa sus Memorias. Estas Memorias constituyen un monumento de la época, una evocación de su vida, y de la vida de su tiempo, con las figuras más importantes con las que trató, tanto en las letras como en las artes.
Sus Memorias constituyen asimismo un documento inapreciable para el conocimiento del autor, acaso su libro más interesante, el de lectura más agradable, y con el cual coronaba su obra y, puede decirse, su existencia. En este tiempo vivía en Madrid con su familia, con la que continuó viviendo hasta su muerte; su producción alcanzaba ya una cifra muy importante, y aunque no gozaba quizá de la fama que merecía, su nombre figuraba entre los tres o cuatro más destacados de la nación. En 1935 fue admitido como miembro de la Academia de la Lengua. Fue quizá, y sin quizá, el único honor oficial que se le dispensó.
En sus novelas, el autor se sitúa de lleno en la escuela realista; sigue en ellas las huellas de los grandes maestros europeos, que brillaban aún más en su tiempo, de Balzac, Stendhal, de Tolstoi y Dickens, que fueron sus autores predilectos, y los pocos que admiró sin reservas al lado de Dostoievski; se notan también en él influencias de los folletinistas franceses, cuya lectura le apasionó en su juventud, con las de la picaresca española, Quevedo, Mateo Alemán y El Lazarillo, no menos evidentes.
En las ideas dominaba al principio Nietzsche, pero poco a poco este entusiasmo fue cediendo, quedando en un escepticismo, muy cerca de Montaigne y, sobre todo, de Voltaire, al que leyó y admiró, pero que era también muy suyo. El fondo de sus libros es, por esto, pesimista; no obstante, en la forma, en sus descripciones de paisajes, de escenas, se muestra como un enamorado de la vida, un entusiasta, con una nota continua de alegría y, podríamos decir, da optimismo, que contrasta con el fondo amargo y sombrío de toda su obra.
Descuella Baroja en la evocación de ambientes, en las descripciones de pueblos y paisajes, y sobré todo, en la pintura de tipos; a veces tiene en sus descripciones algo de pintor, y nos recuerda en algunas ocasiones a Goya, especialmente en sus novelas de la guerra civil. No estuvo adherido a ninguna escuela, ni formó parte, en cuanto a influencias, de ningún grupo; fue, en este aspecto, el más rebelde de los escritores y el más independiente en todos los sentidos.
El mundo predilecto de sus creaciones fue el de las gentes humildes, los desventurados; pero al lado de ellos, sintió una viva predilección por toda suerte de seres fantásticos, locos, de gente rara y absurda; a todos se acercó con su ironía, con sus sarcasmos a veces, con su humor amargo, pero también con una gran piedad, con un deseo de redención y de justicia, que le emparenta con los grandes novelistas de Europa, sobre todo con Dickens, que fue al que más admiró.

Baroja ha sido, sobre todo por sus ideas y por su manera de exponerlas, el literato más discutido, el más atacado de los escritores de su tiempo. Tal vez por el desorden habitual en sus novelas, y más aún por el tono ofensivo que adoptó para tantas cosas, por su sinceridad brutal, no alcanzó nunca la fama que merecía, la fama que alcanzaron muchos otros con menos méritos que él. El tiempo, en su labor justiciera, le ha ido situando en su lugar y hoy está considerado, dentro y fuera de su patria, como el primer novelista de la España de su tiempo, al lado de Galdós, y para algunos por encima de éste.

Azorín


José Martínez Ruiz, alias "Azorín" (1873-1967), ensayista, novelista, autor de teatro y crítico, nació en Monóvar (Alicante). Estudió leyes en Valencia y marchó luego a Madrid para dedicarse al periodismo. A partir de 1905 toma el seudónimo de “Azorín”. Antes ya había escrito bajo el seudónimo de “Cándido” y de “Ahriman".
No es el autor más importante de la generación del 98, pero sí el más representativo. Su biografía, como la sencillez de su persona, es pobre en incidentes. Se crió en el mediterráneo levantino. Trajo a Madrid consigo la herencia griego-árabe de Levante.
Trabajó activamente en política durante los primeros años de su carrera. En Madrid se dedica a la bohemia y al trato con anarquistas y con izquierdas radicales. Luego se fue haciendo cada vez más republicano, para terminar siendo monárquico conservador a su muerte.
El joven escritor hacía gala de un nihilismo existencial y una simpatía por el anarquismo, ideología que no sólo defendió pública y brillantemente desde estas colaboraciones periodísticas, sino también a través de la traducción de algunos de los textos más extremistas de Kropotkin.
Su progresiva tendencia hacia el conservadurismo en política no se produjo sin cierta ambivalencia: inquietud por la salud pública del país y, al mismo tiempo, manifiesta necesidad de arrimarse a quienes ostentaben el poder y garantizaban la seguridad.
Así tras haber proclamado primero su afinidad hacia la dictadura del general Primo de Rivera (1923-1930), al venir la II República se mostró abiertamente republicano. Durante la Guerra Civil (1936-1939) vivió cómodamente exiliado en París. Y a su regreso a España al finalizar la contienda fratricida, se declaró nacionalista y se constituyó, a partir de entonces, en un punto de referencia obligado para los intelectuales conservadores.
Uno de los primeros mentores de la obra de "Azorín" fue el también levantino novelista Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), quien, desde su cargo de director del diario El pueblo, brindó al joven escritor alicantino la oportunidad de difundir sus artículos iniciales (firmados, en aquellos albores de su carrera periodística, también con el pseudónimo de "Ahrimán").
Publicó sus primeros trabajos periodísticos en medios tan radicales como los rotativos y revistas de clara adscripción republicana El PaísEl ProgresoArte JovenRevista Nueva y Juventud.
Siempre fue un típico hombre de pequeña ciudad de provincia. Su seudónimo significa ‘azor’, ave fina, inquisitiva. Alguno lo asocian con el verbo “azorarse”, pensando en su interior tímido y reconcentrado. Frente al Unamuno vociferante, Azorín es el silencioso; frente al Valle-Inclán teatral, Azorín es el sencillo.
Su biografía sería una antología de sus libros que en el fondo son una colección de emociones ante paisaje, cosas, libros. Surgió a contrapelo de la sociedad de su tiempo y terminó reconciliándose con ella. No le distinguen las virtudes heroicas y se caracterizó toda su vida por su sencillez.
Fue uno de los escritores que a comienzos del siglo XX luchó por el renacimiento de la literatura española. Fue el propio Azorín quien bautizó a este grupo con el nombre de generación del 98, como se le conoce en la actualidad. Fue el máximo representante de la generación del 98, movimiento literario que él definió, conceptualizó y defendió.
La evolución hacia posturas más conservadoras que fue experimentando en su ideología se hizo patente en sus escritos literarios y periodísticos. Del anarquismo radical y el nihilismo existencialista de Nietzsche y Schopenhauer, "Azorín" pasó a llevar una vida tranquila y sosegada, de escritor sereno, preciso y metódico, y a introducirse poco a poco en la política española conservadora.

jueves, 7 de mayo de 2015

Generacion del 27

Con el nombre de generacion del 27 se conoce a un grupo de poetas que se dieron a concer a mediados de los años 20.Toman este nombre, porque en 1927 estos escritores, entonces jovenes se reunieron en el Ateneo de Sevilla para conmemorar el tricentenario de la muerte de Luis de Gongora, poeta del barroco casi olvidado. Sin dudar a dudas el poeta mas importante es Federico Garcia Lorca; si toda generacion tiene un lider, Lorca lo es de la epoca del 27.Los mayores en edad fueron Pecho Salinas y Jorge Guillen, ambos catedraticos de universidad, como tambien lo fue Damaso Alonso. No profesor de universidad pero si de instituto fue Gerardo Diego, quien tuvo la feliz idea de reunir a todos estos poetas en una antologia. Los poetas del 27 que mayor influencia tuvieron en la posterioridad , aparte de Lorca, fueron Luis Cernuda, Rafael ALberti y Vicente Alexandre, este ultimo premio novel de Literatura 1977.Casi olvidados permanecen tanto Emilio Prados y Manuel Altolaguiret.Aunque la del 27 es fundamentalmente una generacion de poetas, en ella hubo tambien narradores como Francisco Ayala, cineasta como Luis Buñuel y pintores como Salvador Dali o el murciano Ramon Gaya. Por no hablar de las cada vez mas emergentes escrituras como Maria Teresa Leon y Rosa Chocel. Dentro de la Generacion del 27 podemos distinguir varias etapas. La primera se da en los años veinte.Los poetas cultivan una poesia pura, siguiendo los consejos de Juan Ramon Jimenez el que consideraban su maestro.
Admiran la Literatura clasica: El Romancero, Garcilaso; Gongora.. Esa influencia se pueden ver en los libros como ´Marinero en tierra´ de Rafael Alberti o ´Romancero gitano´ de Federico Garcia Lorca y hasta en ´Cantico´ de Jorge Guillen. A finales de los años treinta se da la segunda etapa en la que observamos la influencia de las vanguardias, sobre todo surrealismo. Este movimiento defendia la escritura automatica, es decir, falta de logica.Los grandes poemarios subrealistas de la Generacion del 27 son ´Poeta en Nueva York´de Federico Garcia Lorca, ´Espadas como labios´ Vicente Alexandre, ´Los placeres prohibidos´de Luis Cornuda.

La ultima etapa de la Generacion del 27 es una etapa de compromiso politico. Y se da cuando se va acercando la Guerra Civil Española. El caso mas significativo es el de Rafael Alberti, e incluso llegara a unirse al partido comunista. El maestro deja de ser Juan Ramon Jimenez y se admira ahora a Antonio Machado. La Guerra Civil supuso la destruccion del grupo. Federico Garcia Lorca murio asesinado a principios de la guerra. La mayoria de los poetas salieron al exilio, formando lo que ha dado a llamarse -muy poeticamente tal vez- ´La España peregrina´. Pocos muy pocos tuvieron la fortuna de regresar a años despues como el poeta Jorge Guillen. Permanecieron en España Damaso Alonso, Vicente Aleixandre y Gerardo Diego, manteniendo viva la llama de la poesia y dandole relevo a las jovenes generaciones de poetas. El silencio que se vieron obligados a guardar a sido denominado ´exilio interior´.


Federico García Lorca

Federico Garcia Lorca nacio en Fuente Vaqueros, un pueblo de la Vega de Granada, su madre doña Vicenta Lorca era una maestra en excedencia y fue su primera maestra. Ella le inculcó su aficion por la musica y la poesia.(Por eso, Federico usaba mas su segundo apellido, el heredado de su madre, que el apellido paterno.) El padre de Lorca, don Federico Garcia Rodriguez, era un agricultor acomodado.Su literatura es resultado de la mezcla de lo popular andaluz y de lecturas literarias, manifestado en esastas lineas poeticas: Revitalizacion de la tradicion: Poema del cante jondo (1921) y Romancero gitano (1928). Incorporacion del surrealismo: Poeta en Nueva York (1929). Busqueda del equilibrio: Llanto por Ignacio Sanchez Mejias (1935), Divan de Tamarit (1940) y Sonetos del  amor oscuro (1986). Como dramaturgo, se le considera una de las cimas del teatro español del siglo xx, junto con Valle-Inclán y Buero Vallejo. Garcia Lorca murio asesinado al comienzo de la Guerra Civil.